sábado

Días




En los días del abismo,
quien relegaba tenía los párpados inundados de acequias.
Nacían del silencio de lenguas incineradas
con pintura en la condena
y de las caricias insociables
que era todo lo que no lograba explicar,
todo lo que no lograba suspirar.
En los días del paraíso,
quien relegaba asumía párpados inundados de tristeza,
como si un baile de sombras en nevado oscurecido
renunciara a su paso la gama de la memoria.

Nada obstruía esa fila de dicciones adormecidas
en medio de la tempestad,
salvo la copla del torpe más abatido de la tierra
y la luz de la hembra en el recuerdo arrinconada.
La más apetecida, la que no.